jueves, 4 de noviembre de 2010

Lo peligroso de los celulares

No sabemos aún qué tanto irá afectando al estilo de vida actual, y menos aún si para bien o para mal. Pero de que se acercan grandes cambios, es un hecho.
No me refiero ni a su tecnología, ni tampoco a que nos distraiga mientras manejamos, sino a la facilidad con que dejamos pistas de nuestras conversaciones y, sobre todo, de los mensajes que realizamos constantemente con propios y extraños. Particularmente con personas que tratamos de mantener en la intimidad o hasta en secreto.

Pues resulta que crece la curiosidad, y junto con ella la facilidad de indagar lo que se ha hecho con un celular. Y lo peor del caso es la cantidad de infidelidades que se descubren, gracias a que quedan grabadas las evidencias de todo cuanto se mandó y se recibió. Y claro está, que si la exploradora es la esposa o viceversa, pues las evidencias resultan en un impacto inmediato de sufrimiento insoportable, porque los hechos son contundentes y no dejan ni siquiera duda alguna.

Es inocencia, exceso de confianza o qué se yo, pero los usuarios de celulares no hemos caído en cuenta de que todo queda registrado, para bien o para mal. Y de que creemos que por ser un objeto tan personal e íntimo, no exhibe nuestros secretos. Pero la realidad es otra. Casi casi están a la vista de todos cuando los demás decidan romper el respeto a nuestras cosas y revisar todo cuanto estamos haciendo en nuestra vida. Tan claro como que además de las llamadas y mensajes, queda todo cuanto hemos hecho por internet, está la agenda, el directorio y tal vez hasta nuestra contabilidad.

Lo que es evidente es que la nueva tecnología trae consigo la pérdida de la intimidad, el pudor y los secretos comienzan a ser ámbito público. Queramos o no, lo que está escrito en los “mails” quedará en manos de los cibernautas y hasta forman parte del patrimonio de las empresas que poseen los servidores y las páginas que utilizamos.

No sabemos aún qué tanto irá afectando al estilo de vida actual, y menos aún si para bien o para mal. Pero de que se acercan grandes cambios, es un hecho.

Al menos queda claro que los familiares podemos perfectamente tomar el celular del otro e indagar lo que deseamos encontrar, como lo hacen muchas esposas que sospechan de la infidelidad de sus maridos. Al igual que los padres lo hacen con las computadoras de sus hijos, para revisar si ven pornografía.

Sólo nos queda el bendito respeto, como remedio para la tentación de tomar lo que no es de nuestra propiedad y dejar de satisfacer nuestra morbosa curiosidad en el mundo íntimo de los demás.

Es cierto que también los que han acostumbrado ocultar sus fechorías y engaños, hoy están en constante riesgo de ser pillados fácilmente. Lo que, sin duda, es una buena noticia para los que buscan la verdad y una muy mala para los facinerosos de la mentira.

Los dueños de las telecomunicaciones tienen en su poder los más grandes chismes e intrigas de toda la sociedad, con tan sólo un click. Eso lo debe usted saber.

Guillermo Dellamary / El Informador, Noviembre 4, 2010

sábado, 24 de julio de 2010

El misterioso Castillo Pittamiglio

En la rambla montevideana, el Castillo Pittamiglio lleva un siglo cautivando a vecinos y turistas con siniestras esculturas, torres desparejas y leyendas sobre su difunto dueño, un excéntrico alquimista que, aunque lo legó a la ciudad, prometió en su testamento volver a morarlo después de resucitar.

Puertas que no conducen a ninguna parte, ventanas ciegas, símbolos ocultos e inquietantes pasillos laberínticos: todo en él parece esconder un misterio, aunque el mayor de sus enigmas sigue siendo su arquitecto y morador, el ingeniero y alquimista Humberto Pittamiglio (1887-1966), hijo de emigrantes italianos.

En 1910, el joven Pittamiglio, de 23 años, compró unos terrenos en Punta Trouville, frente al Río de la Plata, para asentar su casa, su laboratorio y su templo.

Desde entonces, cientos de leyendas han rodeado al castillo, donde se llegó a decir que estuvo escondido el Santo Grial y donde, según los vecinos, se llevaban a cabo ritos satánicos y grandes orgías.

Aún hoy, flanqueado por dos anodinos edificios de apartamentos, despierta pasiones encontradas gracias a un estilo arquitectónico imposible de clasificar que asoma desde su fachada, en la que se mezclan una réplica de la escultura de La Victoria de Samotracia, muros de ladrillo y símbolos masónicos grabados en piedra.

"Su padre era zapatero y su familia, muy pobre, pero él consiguió prosperar hasta convertirse en un prestigioso arquitecto", explicó la escritora uruguaya Mercedes Vigil, autora de un libro sobre Pitamiglio titulado "El alquimista de la Rambla Wilson".

Fueron su carácter reservado, su inclinación por lo esotérico y su ferviente religiosidad los que le llevaron a abrazar el arte de la alquimia, una antigua práctica que transforma los metales en oro y que encierra una filosofía basada en la búsqueda de la inmortalidad a través de la pureza del alma.

"Los vecinos le temían, porque le veían pasear a altas horas de la madrugada con su larga capa de forro carmesí", recordó Vigil, quien como oriunda del montevideano barrio Punta Carretas, donde se ubica la edificación, oyó desde joven las historias que del lugar se contaban.

Se le achacaron cultos satánicos, pero en realidad lo que en su casa se fraguaban eran experimentos con metales, estudios de química y matemáticas, y una búsqueda constante a través de la meditación de la luz que le daría la juventud eterna.

"Era muy cristiano y llegó a ser muy amigo del Papa Pio XII, de quien se dice que le dio el Santo Grial para que lo guardara en su casa", agregó la escritora sobre uno de los mitos.

El interior de su castillo, donde en la actualidad funciona un centro cultural y en el que se realizan visitas guiadas, "despierta toda clase de emociones a quienes lo visitan", remarca la directora del centro, Patricia Olave.

A cada paso, el visitante se encuentra con símbolos ocultos, escudos camuflados e imágenes fantásticas, imposibles de descifrar y entender sin la ayuda de un experto.

El número ocho, la flor de lis, el cuadrado, el círculo y el octágono, todas ellas figuras y signos significativos para la alquimia, están a la vista en baldosas y ventanas, pero también ocultas entre los ladrillos, codificadas en los frisos y latentes en los escalones de la mansión.

"La alquimia es en sí misma un arte oculto, secreto y por eso se sabe sólo una parte de lo que hay detrás de sus símbolos", afirmó Olave.

Pittamiglio encontró que ese aspecto de la alquimia casaba también con su estilo de vida, marcado por la necesidad de esconder su homosexualidad ante una sociedad de principios de siglo XX especialmente conservadora.

De su casa Humberto logró hacer un templo donde se dedicó a buscar la paz que ansiaba, aunque para ello pasó prácticamente toda su vida ideando y construyendo en él nuevas salas, torres y patios.

"El castillo nunca se terminó, siempre se siguió construyendo, creándose nuevos ambientes y plantas", señaló la directora del centro cultural.

Tal vez por eso Pittamiglio, que diseñó su propia tumba para que una vez cerrada no se pudiera reabrir, dejó escrito en su testamento que al resucitar regresaría al edificio para vivir de nuevo entre sus paredes y, quizá, finalmente terminarlo.

El Informador (Julio 2010)

domingo, 11 de julio de 2010

Frases que pudieron hacer historia

º Eva, bien sabes que aborrezco las manzanas. Adán
º Qué arca ni qué animales; dice el mentirológico que no lloverá. Noé
º Quédate con Helena; y que aproveche. Menelao
º Vámonos. A quién se le ocurre fundar una ciudad en este charco lleno de culebras. Tenoch
º Si no es mlestia, prfiero un ron. Sócrates
º Aunque me tarde otros seis meses, este nudo lo desbarato. Alejandro Magno
º A mí las mujeres, ni fu ni fa. Sansón
º La suerte está hechada, pero a perder. Cómo cruzo el Rubicón si no nado nada. César
º Que sea Barrabás. Así no tendré que lavarme las manos. Pilatos
º Don Cristóbal, eso de hacer la América sale carísimo. Mejor organizamos una olimpiada. Isabel La Católica
º Ya quemé las naves, Don Hernán. Narváez pagó 30 doblones por ellas. Juan de Escalante
º Capitán Arias: avísele a Allende que ya nos cayeron en la maroma. La Corregidora
º No insistas, Carlota. Este mes no me toca baño. Marat
º Mejor nos vamos. México es un país de locura. Maximiliano
º El respeto al derecho ajeno es la paz. Tío Sam o Hitler
º Déjenlos que se diviertan. Todos fuimos estudiantes alguna vez. Díaz Ordaz
º Evacuen la zona. Cosío Vidaurri
º Te digo que ese no es el Chapo. X

sábado, 3 de julio de 2010

James Douglas Morrison (08/12/43 - 03/07/71)


El Yo de Jim

El Yo de Jim se encontraba básicamente constituido por su lado intelectual, dejando poco o casi nada al emotivo, aunque la mayor parte del tiempo, sobre todo después de la fama, pocas veces era puesto en práctica. Lo cierto es que la inteligencia del Morrison sobrio siempre destacaba por entre la de los demás y, por contradictorio que pudiera parecer, generalmente se acompañaba de maneras amables y consideradas. Personas muy cercanas al cantante, como Paul Rotchild, todavìa recuerdan algo de esto: "Era muy difícil trabajar con él, pero cuando estaba sobrio era el ser humano más brillante y mejor articulado que he conocido. Era alguien letrado, perceptivo, sensible. Pero le dabas tres tragos y se convertía en un monstruo. Era como Jeckyll y Hyde".

Un factor que, aunque de manera un tanto deficiente, logró amarrar a momentos el Yo de Morrison a este mundo, fue el amor intelectual-sensitivo que prodigó a Pamela Courson, su amante cósmica, hasta su muerte en parís. De alguna forma Jim nunca se deshizo de esa groupie rubia y de moral extremadamente distraída, por el simple hecho de que a veces era lo único que seguía atándolo a la realidad y, tal vez, porque era la única persona que en verdad soportaba todos sus desmanes. Finalmente ella fue la única que tocó su cuerpo frío en un amanecer siniestro. Apenas cuatro años después, Pamela también bailaría con las sombras.



El Súper Yo
Sobra adentrarse en el tema. El hablar de cosas que el nuevo Dionisio no dijo o hizo por considerar que atentaban contra su propia moral, a estas alturas podría considerarse como un invento surgido en surrealistas noches de insomnio. Sin embargo el Rey lagarto, como cualquier mortal sometido al arduo psicoanálisis, también poseía un Súper Yo; mínimo si se quiere considerar así, pero había una parte de él en donde se encontraban guardados los últimos restos del James Douglas Morrison que alguna vez fue.

Resulta sumamente llamativo que dentro de esa escala de rockstar lunático, poeta incomprendido y hedonista insalvable, existiesen dos cosas que para Jim eran prácticamente intolerables: el consumo de heroína y la homosexualidad. No hay más que decir.


El Ello
¡Te pasaste, Morrison! ¡Me cae! Me parece increíble que te hayas atrevido a hacer una cosa así. Sí, ya sé que no hay una foto que pruebe que mostraste tu miembro en público, pero el siquiera simularlo... y en Miami... ¡de verdad no sé en qué estabas pensando! Digo, cosas como orinar sobre las barras de los bares y espantar a los transeíntes mexicanos con tu mano haciendo de pistola son nimiedades, pero ya ves, al final no te pudiste controlar.

¡Hijo! Nada más con recordar lo de Miami se me hace el hígado chicharrón. Ya te había dicho que siempre me latió que movieras al público, que lo retaras, pero no tenías que llegar tan lejos. Por una cosa que parece tan estúpida nos dejaron de invitar al festival de Woodstock y, por si fuera poco, trajiste a cuestas unas denuncias legales que para qué te cuento.

Eso sí, que te quede bien claro, nunca tuve nada en contra de que te acostaras con tanta groupie, a fin de cuenats eran los sesenta y el SIDA ni siquiera se conocía. De hecho, me caía en gracia que tú y Pamela pudieran estar con cualquiera sin escenitas de celos. Bueno, sólo una vez, cuando te casaste en una ceremonia extraña con la periodista bruja esa... ¿Qué? ¿Ya se te olvidó? No te hagas, se llama Patricia Kennealy u hasta resultó embarazada, pero no sólo eso, en la celebración mafufa que tuvieron hasta bebió cada uno de su sangre. Lástima que abortó, a estas alturas ya habría un pequeño Jim comiéndose el mundo a cucharadas. Aparte del rollo de Miami, hay dos cosas que todavía no entiendo. En primer lugar, no sé por que tuviste que adoptar esa actitud tan egoísta con tu familia. Mira, ya sé que tu papá era un déspota militar que sólo te llenó de insultos cuando le comentaste que habías ingresado a un grupo, pero ¿qué hay de tu mamá y tus hermanos? ¿Tenías que ser tan cruel? ¿Tenías que cantarle esa línea de "The End" que dice: "Mother, I want to fuck you", directamente en la jeta la última vez que la viste? Sí, ahí, cuando estaba con tu hermano Andy en uno de tus conciertos en primera fila porque pediste que no los dejaran entrar a camerinos. Me pregunto si de verdad nunca volviste a pensar en ellos.


Mi segunda inquietud tiene que ver con el rollo de las drogas y tu muerte. Pero espera. Conque el cementerio Pêre Lachaise de París, ¿eh? Te rayaste, me cae. Eso de estar junto a Balzac, Proust, Rossini, Bizet y Chopin, entre otros, no cualquiera. Pero bueno, regresando a mi duda quisiera comenzar poniendo todas las cartas sobre la mesa. No, entiende, no estoy enojado contigo, no va por ahí. Ni te pongas en el papel de víctima. Bien sabes que nunca me opuse del todo a tu idea esa de expandir la mente por medio del ácido. De hecho, creo que algunas de tus mejores letras nacieron en la época en la cual más experimentaste con LSD. Me aventuraría in cluso a decir que pacheco eras un tipo bastante agradable, pero con el alcohol... ¡Uta! ¡Malviajabas a cualquiera! Te comió, amigo, no supiste controlarlo y de verdad cuando estabas pedo te convertías en una persona insoportable. Una vez que lo transformaste en tu aliado eterno, las cosas cambiaron demasiado: de ser un Adonis griego, de repente, tras una metamorfosis kafkiana de pesadilla, te miraste en el espejo barbudo, gordo y con diez años más encima. Ni siquiera se entienden las últimas líneas de los versos que declamaste en el estudio, justo cuando cumpliste tu último cumpleaños. Menos mal que tus compas rescataron lo posible para hacer An American Prayer, tu último legado sonoro. Me cae que eso es amistad.


Pero bueno, ya sé que ese tema del alcohol no te hace gracia, así que me limitaré a cuestionarte acerca de tu muerte y las extrañas circunstancias que la envolvieron. Pero antes que nada, vale la pena aclararte que para mí esas ondas de que sigues vivo, compartiendo una isla desierta con Pedro Infante, Elvis Presley y no sé quién más, se me hace una verdadera mamarrachada. ¡Nada más mírate! Estás más frío y pálido que un muñeco de nieve. No, hombre, a mí se me hace que los rumores ésos que el tal Jerry Hopkins ilustra en el segundo libro biográfico que hizo de tu persona, son lo que más se acerca a la verdad. Acéptalo, ya desde inicios de 1970 te la vivías veinticuatro horas en el agua y además estabas totalmente confundido, no sabías ni para qué camino jalar, así que se te hizo fácil aceptar la sugerencia de tu querida Pam y lanzarte a la ciudad de los poetas que tanto admirabas. Eso sí, a tu compañera cósmica le habías prohibido que se metiera heroìna pero, ¿quién demonios te iba a hacer caso, Morrison, si tú mismo andabas perdido en tu mini universo todo el teimpo? Y bueno, en una tarde en la que parecías más borracho y distraído que de costumbre, a tu amante cósmica se le ocurrió sacar la chiva y ponerla sobre la mesa.

-¿Qué es?- le preguntaste a la güereja. -Nada, sólo un poco de coca- contestó ella, muerta de miedo. ¡Uta! No te lo hubiera dicho dos veces. Todos sabíamo la forma en la que la cocaína te prendía. Si te hubiera sido posible, habrías metido la cabeza metida en una montaña de polvo blanco, como lo hizo Tony Montana en la película Scarface. Entonces hiciste rollito un billete de cincuenta francos y te clavaste do líneas. Lo malo es que no eras precisamente una persona medida y reiteradamente te estuviste metiendo heroína por la naríz. ¡Coño! ¿De verdad estabas tan borracho como para no notar la diferencia?

Y así pasaron tres día, querido Jim, con la tonta de tu novia sin decirte la verdad por miedo a que la regañaras mientras tú le jugabas al Pulp Fiction, sólo que no vivías un filme y no habría un John Travolta que te salvara con una inyección directa al corazón. Ya desde hacía mucho tiempo el caballo de tu Ello se había convertido en el líder de tu carroza y simplemente estabas pagando las consecuencias. Pero bueno, tampoco te voy a echar toda la culpa, ni acusaré completamente a Pam. Finalmente, ella fue la persona que más te lloró después. Según Oliver Stone, el búho había cantado más de una vez y el chamán regresó de entre los muertos por tu alma. ¿Pero quién se va a tragar esa pastilla de cliché hollywoodense? Tu muerte en realidad no fue bella ni iluminada por estéticas luces tenues. Moriste en la soledad absoluta y con una cubeta llena de vómito como la única compañera. Estabas muerto, bien muerto, pero ni siquiera así, imposibilitado totalmente para replicar mis tesis y mis ideas, puedes contestar alguna de mis dudas. Y eso... me llena de rabia.


Sin Jim Morrison, finalmente, la historia del rock and roll sería otra, una más necesitada, quizá, de monstruos y quimeras, de serpientes que devoran cerebros, de genitales expuestos, sumidos en la insana urgencia de guiarnos a la nada en un buque de crsital.

THIS IS THE END.
Jesús González

Contra migrantes

A todos nos da coraje cuando se promulgan leyes, como la SB1070 de Arizona, que discriminan a los mexicanos. Es justo y necesario que protestemos. Si bien los estadounidenses tienen derecho a establecer sus leyes, su propia constitución prohíbe que discriminen a alguien por su color de piel o por su origen étnico.

Pero los mexicanos debemos estar conscientes de que nosotros también somos culpables de las mismas faltas o de otras peores. Las leyes mexicanas de migración son mucho más restrictivas que las de Estados Unidos. Una de las consecuencias es que mientras el 12.6 por ciento de la población estadounidense nació en el extranjero, sólo el 0.5 de los residentes en México provienen del exterior.

En México tratamos muy mal a los extranjeros. Esto lo pueden atestiguar los campesinos guatemaltecos que llegan a trabajar a Chiapas o los centroamericanos que tratan de atravesar el país para llegar a la frontera con los estadounidenses o las bailarinas de Europa oriental que quieren laborar en México. Los extranjeros indocumentados descubiertos en nuestro país son internados en verdaderas cárceles migratorias, como si hubieran cometido un delito, y se les expulsa de México al igual que se hace con los mexicanos en Estados Unidos.

Los mexicanos ya deberíamos dejar de quejarnos de las decisiones soberanas de los estadounidenses sobre su política migratoria. Debemos más bien empezar a tomar las medidas que nos permitirían aumentar las inversiones en nuestro país para crear aquí los empleos que nuestros compatriotas van a buscar a la Unión Americana.

Pero los mexicanos, y particularmente los políticos mexicanos, son muy curiosos. Exigen respeto a los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos, pero sin dar ese mejor trato a los extranjeros en México. Cuestionan las leyes migratorias de Estados Unidos, pero sin tomar medidas para crear más empleos en nuestro país.

Sergio Sarmiento

Curiosidades urbanas (Guadalajara)

* La zona del Vestir, tan cerca de la otra: la del desvestir.
* La ruta 43: ISSSTE - CENTRO MÉDICO - PANTEÓN, tan fúnebre.
* El templo del Refugio, tan ignorado antes y ahora expuesto impúdicamente por sus cuatro costados.
* Santa maría de Gracia, como el SIDA, todavía sin cura.
* Si producimos un tequila marca Newton, qué nos falta para elaborar y exportar a francia un legítimo cognac Netzahualcóyotl; o Xóchitl, cuando menos.
* Niño Obrero: curiosidad ilegal institucionalizada.
* Prosperidad y Abundancia: sarcasmo.
* Independecia y Libertad: el Afro.
* Revolución e Independencia: incongruente y anacrónico.
* Justicia y Ley: otra incongruencia.
* Libertad y Penintenciaría: lo mismo.
* La Paz y D. Guerra: igual.
* Héroes de Nacozari: Jesús García y cuántos más (ver anuncio en el cruce con Gobernador Curiel).
* Héroes ferrocarrileros: los sufridos usuarios del tren.

La Llorona



Los cuatros sacerdotes aguardaban espectrantes.

Sus ojillos vivaces iban del cielo estrellado en donde señoreaba la gran luna blanca, al espejo argentino del lago de Texcoco, en donde las bandadas de patos silenciosos bajaban en busca de los gordos ajolotes.

Después confrontaban el movimiento de las constelaciones estelares para determinar la hora, con sus profundos conocimientos de la astronomía.

De pronto estalló el grito....
Era un alarido lastimoso, hiriente, sobrecogedor. Un sonido agudo como escapado de la garganta de una mujer en agonía. El grito se fue extendiendo sobre el agua, rebotando contra los montes y enroscándose en las alfardas y en los taludes de los templos, rebotó en el Gran Teocali dedicado al Dios Huitzilopochtli, que comenzara a construir Tizoc en 1481 para terminarlo Ahuizotl en 1502 si las crónicas antiguas han sido bien interpretadas y parecio quedar flotando en el maravilloso palacio del entonces Emperador Moctezuma Xocoyótzin.

-- Es Cihuacoatl! -- exclamó el más viejo de los cuatro sacerdotes que aguardaban el portento.

-- La Diosa ha salido de las aguas y bajado de la montaña para prevenirnos nuevamente --, agregó el otro interrogador de las estrellas y la noche.


Subieron al lugar más alto del templo y pudieron ver hacia el oriente una figura blanca, con el pelo peinado de tal modo que parecía llevar en la frente dos pequeños cornezuelos, arrastrando o flotando una cauda de tela tan vaporosa que jugueteaba con el fresco de la noche plenilunar.


Cuando se hubo opacado el grito y sus ecos se perdieron a lo lejos, por el rumbo del señorío de Texcocan todo quedó en silencio, sombras ominosas huyeron hacias las aguas hasta que el pavor fue roto por algo que los sacerdotes primero y después Fray Bernandino de Sahagún interpretaron de este modo:

"...Hijos míos... amados hijos del Anáhuac, vuestra destrucción está próxima...."


Venía otra sarta de lamentos igualmente dolorosos y conmovedores, para decir, cuando ya se alejaba hacia la colina que cubría las faldas de los montes:

"...A dónde iréis.... a dónde os podré llevar para que escapéis a tan funesto destino.... hijos míos, estáis a punto de perderos..."


Al oir estas palabras que más tarde comprobaron los augures, los cuatro sacerdotes estuvieron de acuerdo en que aquella fantasmal aparición que llenaba de terror a las gentes de la gran Tenochtitlán, era la misma Diosa Cihuacoatl, la deidad protectora de la raza, aquella buena madre que había heredado a los dioses para finalmentente depositar su poder y sabiduría en Tilpotoncátzin en ese tiempo poseedor de su dignidad sacerdotal.

El emperador Moctezuma Xocoyótzin se atuzó el bigote ralo que parecía escurrirle por la comisura de sus labios, se alisó con una mano la barba de pelos escasos y entrecanos y clavó sus ojillos vivaces aunque tímidos, en el viejo códice dibujado sobre la atezada superficie de amatl y que se guardaba en los archivos del imperio tal vez desde los tiempos de Itzcoatl y Tlacaelel.


El emperador Moctezuma, como todos los que no están iniciados en el conocimiento de la hierática escritura, sólo miraba con asombro los códices multicolores, hasta que los sacerdotes, después de hacer una reverencia, le interpretaron lo allí escrito.


---Señor, -- le dijeron --, estos viejos anuales nos hablan de que la Diosa Cihuacoatl aparecerá según el sexto pronóstico de los agoreros, para anunciarnos la destrucción de vuestro imperio.

Dicen aquí los sabios más sabios y más antiguos que nosotros, que hombres extraños vendrán por el Oriente y sojuzgarán a tu pueblo y a ti mismo y tú y los tuyos serán de muchos lloros y grandes penas y que tu raza desaparecerá devorada y nuestros dioses humillados por otros dioses más poderosos.


--- Dioses más poderosos que nuestro Dios Huitzilopochtli, y que el Gran Destructor Tezcatlipoca y que nuestros formidables dioses de la guerra y de la sangre? -- preguntó Moctezuma bajando la cabeza con temor y humildad.


--- Así lo dicen los sabios y los sacerdotes más sabios y más viejos que nosotros, señor. Por eso la Diosa Cihuacoatl vaga por el anáhuac lanzando lloros y arrastrando penas, gritando para que oigan quienes sepan oír, las desdichas que han de llegar muy pronto a vuestro Imperio.


Moctezuma guardó silencio y se quedó pensativo, hundido en su gran trono de alabastro y esmeraldas; entonces los cuatro sacerdotes volvieron a doblar los pasmosos códices y se retiraron también en silencio, para ir a depositar de nuevo en los archivos imperiales, aquello que dejaron escrito los más sabios y más viejos.

Por eso desde los tiempos de Chimalpopoca, Itzcoatl, Moctezuma, Ilhuicamina, Axayácatl, Tizoc y Ahuizotl, el fantasmal augur vagaba por entre los lagos y templos del Anáhuac, pregonando lo que iba a ocurrir a la entonces raza poderosa y avasalladora.


Al llegar los españoles e iniciada la conquista, según cuentan los cronistas de la época, una mujer igualmente vestida de blanco y con las negras crines de su pelo tremolando al viento de la noche, aparecía por el Sudoeste de la Capital de la Nueva España y tomando rumbo hacia el Oriente, cruzaba calles y plazuelas como al impulso del viento, deteniéndose ante las cruces, templos y cementerios y las imágenes iluminadas por lámparas votivas en pétreas ornacinas, para lanzar ese grito lastimero que hería el alma.


-----Aaaaaaaay mis hijos.......Aaaaaaay aaaaaaay!---- El lamento se repetía tantas veces como horas tenía la noche la madrugada en que la dama de vestiduras vaporosas jugueteando al viento, se detenía en la Plaza Mayor y mirando hacia la Catedral musitaba una larga y doliente oración, para volver a levantarse, lanzar de nuevo su lamento y desaparecer sobre el lago, que entonces llegaba hasta las goteras de la Ciudad y cerca de la traza.


Jamás hubo valiente que osara interrrogarla. Todos convinieron en que se trataba de un fantasma errabundo que penaba por un desdichado amor, bifurcando en mil historias los motivos de esta aparición que se transplantó a la época colonial.


Los románticos dijeron que era una pobre mujer engañada, otros que una amante abandonada con hijos, hubo que bordaron la consabida trama de un noble que engaña y que abandona a una hermosa mujer sin linaje.

Lo cierto es que desde entonces se le bautizó como "La llorona", debido al desgarrador lamento que lanzaba por las calles de la Capital de Nueva España y que por muchos lustros constituyó el más grande temor callejero, pues toda la gente evitaba salir de su casa y menos recorrer las penumbrosas callejas coloniales cuando ya se había dado el toque de queda.

Muchos timoratos se quedaron locos y jamás olvidaron la horrible visión de "La llorona" hombres y mujeres "se iban de las aguas" y cientos y cientos enfermaron de espanto.

Poco a poco y al paso de los años, la leyende de La Llorona, rebautizada con otros nombres, según la región en donde se aseguraba que era vista, fue tomando otras nacionalidades y su presencia se detectó en el Sur de nuestra insólita América en donde se asegura que todavía aparece fantasmal, enfundada en su traje vaporoso, lanzando al aire su terrífico alarido, vadeando ríos, cruzando arroyos, subiendo colinas y vagando por cimas y montañas.

Ésta es la más famosa leyenda de México. Es tan trascendental para los mexicanos, que algunos descendientes de inmigrantes que viven en Estados Unidos y Canadá, aseguran haber visto a la Llorona en la ribera de los ríos.

Existen varias versiones de la misma leyenda, pero la más popular relata que a mediados del siglo XVI, los habitantes de la Ciudad de México acostumbraban a refugiarse en sus hogares a la hora del toque de queda, especialmente los sobrevivientes de la antigua Tenochtitlan. Cerraban puertas y ventanas, y todas las noches algunos despertaban por los llantos de una mujer que andaba en las calles gritando "!Ay, mis hijos!" (de allí su nombre de la Llorona). Este suceso se repitió por mucho tiempo.

Quienes se cercioraron del llanto durante las noches de luna llena, dijeron que la iluminación de la luna les permitió ver que las calles se llenaban de una neblina espesa a ras del suelo y también a una persona que parecía ser una mujer vestida de blanco con un velo en su rostro recorriendo con pasos lentos cualquier dirección de la ciudad, pero siempre se detenía en la Plaza Mayor para arrodillarse y volver su rostro al oriente y luego se levantaba para continuar su recorrido. Al llegar a la ribera del lago de Texcoco, desparecía. Pocos hombres se arriesgaron a acercarse a la manifestación fantasmal y sufrieron espantosas revelaciones o se murieron.

De las otras versiones se sabe que:

1. La versión original de la leyenda es de origen mexica y narra que esa misteriosa mujer era la Diosa Cihuacóatl, vestida con ropas de cortesana precolombina y que cercano el tiempo de la Conquista de México gritaba "¡Oh, hijos míos!, ¿dónde os llevaré para que no os acabéis de perder?" para anticipar los próximos eventos terribles.

2. Una versión indica que la Llorona es el alma de La Malinche, penando por traicionar a los mexicanos durante la Conquista de México.

3. Otra versión relata la tragedia de una mujer ostentosa y codiciosa, que al enviudar perdió su fortuna y al no soportar la miseria ahogó a sus hijos y después murió, pero regresó del más allá para penar por sus crímenes.

4. Otra versión relata que era una joven enamorada que había muerto un día antes de casarse y traía al novio la corona de rosas que nunca llegó a ceñirse.

5. Otra versión relata que era una esposa muerta en ausencia del marido a quien venía a darle el beso de despedida.

6. Otra versión narra que esa mujer fue asesinada por su marido y aparecía para lamentar su muerte y confesar su inocencia.

7. Otra versión es sobre una mujer que tenía dos hijos y que en un baile conoció a un hombre y se enamoró de él, pero un día le dijo que se iba de viaje y ella le preguntó cómo podía hacer para que él se quedara y le contesto que matara a sus hijos, ella se quedó pensando hasta que decidió asesinarlos, pero después lo vio en un baile con otra y por el remordimiento se puso a llorar gritando "¡ay, mis hijos!".

lunes, 28 de junio de 2010

Los Chorros del Varal (Los Reyes de Salgado, Mich.)



La Cañada Que Llora
La Hacienda La Mancuerna, propiedad de la familia Barragán, era de las más prósperas de la tierra caliente. La caña de azúcar que de allí salía bastaba para abastecer a la región de Uruapan y exportar a Morelia, ciudades donde la tradición dulcera se hallaba en auge. Cuatro generaciones se contaban ya entre los hacendados y entre sus peones, no mejor ni peor tratados que los de cualquiera de la época (lo cual quiere decir que vivían bastante mal). No eran los Barragán gente que se hiciera de enemigos, tampoco eran de los que se daban a querer por el pueblo. Eran gente trabajadora y pacífica.
Hasta que nacieron las hijas de Antonia. Antonia era nieta del primer Barragán que llegó a Los Reyes, Michoacán. Como sus padres no habían podido tener más que una hija, pues fue ella, Antonia, la que heredó la riqueza de los Barragán y la obligación de administrarla. Cuentan que era una mujer a la que no le gustaba que nadie le diera órdenes. Por eso no se casó jamás, pero tuvo muchos amantes. La gente del pueblo no la quería, pero como era la patrona, la respetaba a regañadientes. Antonia no ocultaba sus novios. Los usaba cuando quería y cuando ya no los quería, los cambiaba.
De un novio que Antonia tenía entre los peones le nació Esmeralda, la hija mayor, cuyos ojos negros estaban hechos sólo para causar hechizos y estro-picios.
De un novio distinto le nació Rubí, cuya sonrisa haría que más de alguno perdiera la calma, la confianza y luego la paciencia.
De otro novio, dicen que uno francés o alemán, le nació Perla, la más bella de las tres hijas de Antonia.
Las niñas no se parecían en nada entre sí, salvo porque eran insensatamente atractivas. La única otra cosa que tuvieron en común fue el trágico destino al que parecían estar obligadas desde el momento de nacer.
De pequeñas, Esmeralda, Rubí y Perla crecieron dentro de la hacienda de su madre sin hacer jamás ningún viaje salvo para ir al pueblo de Los Reyes para escuchar la misa. Cuando ya la mayor era muchachita, la madre dispuso que para que fueran hallando un novio era bueno llevarlas a las ferias y las fiestas de otros pueblos. Las niñas conocieron Uruapan, Zamora y hasta Morelia, en un viaje largo que hicieron cuando la menor cumplió trece años. En cada fiesta las tres hijas de Antonia eran de las más solicitadas para permitir una danza. Jamás faltaba un joven enfebrecido que les pidiera que guardaran un pañuelo como prenda de amor.
Cuando Perla llegó a los quince Esmeralda ya tenía dieciocho y estaba más que lista para ser casada, Antonia decidió hacer una fiesta en su casa de Los Reyes. A pesar de los pocos lugares que habían pisado, la fama de las niñas Barragán ya era conocida en toda la tierra caliente. A la fiesta en Los Reyes asistieron jóvenes venidos de Michoacán y Jalisco. Parecía ser una ocasión de lo más feliz, pero no fue así.
Durante la fiesta, Antonia recibió muchos ofrecimientos para casar a sus hijas. Eran más de tres los padres de algún muchacho enamorado que ya le había echado el ojo a alguna de sus hijas. La situación no era normal. Se hizo evidente que las tres niñas Barragán habían estado recibiendo pañuelos y muestras de amor de cuanto joven suspiraba por ellas, sin jamás matar ilusiones o elegir a alguno por sobre los otros.
La incómoda situación llegó a un punto máximo cuando las jovencitas fueron obligadas a decidir por los padres de los jóvenes enamorados y por la madre (Antonia) confundida. Ante la presión, las tres muchachas optaron por no elegir a nadie, sino pedir tiempo para esperar.
Pero los enamorados no esperan. Hubo uno que se quiso robar a Rubí y mientras otros lo impedían, no faltó el que le echó el guante a Esmeralda o a Perla. En una sola noche, sin que nadie supiera quién o por donde, en medio de una balacera descomunal donde hubo muchos hombres muertos y heridos, las tres hijas de doña Antonia Barragán desaparecieron.
La madre salió la misma noche a buscarlas, pero algo debió pasarle porque nadie la volvió a ver. Cuenta la leyenda que alguien le había avisado que sus hijas iban rumbo al sur, obligadas por un hombre y juntas. Persiguiendo la ilusión, doña An-tonia buscó por meses. Como jamás encontró a ninguna, se regresó a su casa a llorarlas y justamente debajo de las tierras de los Barragán nacieron poco después tres chorros de agua. La gente decía que era el llanto de la madre por cada una de sus hijas.
El lugar hoy día se conoce como Los Chorros del Varal (la plantación de caña).

Bernabé Pérez


Ver mapa más grande

Huelga Ferrocarrilera



Hammer The Hermit

Black Sabbath



Hammer The Hermit

Todavía cae la lluvia, los velos de oscuridad cubren los árboles ennegrecidos, que se mueven por una violencia invisible, dejan caer sus hojas, y doblan sus ramas hacia una tierra gris como un ave con las alas cortadas. Entre las hierbas, las amapolas sangran antes de una muerte gesticulando, y los conejos jóvenes, nacidos muertos en trampas, permanecen inmóviles, como guardando el silencio que rodea y amenaza con extenderse a todos los que quieran escucharla. Silenciió las aves, se cansó de repetir los terrores de ayer, se amontonan en los recovecos de rincones oscuros, las cabezas se volvieron al cisne, negro flota hacia arriba en una pequeña piscina en el hueco. Surge de este grupo una neblina tenue sensual, que traza su camino ascendente para acariciar los pies de la estatua de astillas sin cabeza del mártir, cuyo único logro fue a morir poco a poco, y que no veía la hora de perder. Una larga noche negra comienza, y aún así, junto al lago una joven espera, sin poder verse ell misma, sonríe, débilmente suena una campana a la distancia, y la lluvia sigue cayendo.

Still falls the rain, the veils of darkness shroud the blackened trees, which contorted by some unseen violence, shed their tired leaves, and bend their boughs towards a grey earth of severed bird wings. among the grasses, poppies bleed before a gesticulating death, and young rabbits, born dead in traps, stand motionless, as though guarding the silence that surrounds and threatens to engulf all those that would listen. Mute birds, tired of repeating yesterdays terrors, huddle together in the recesses of dark corners, heads turned from the dead, black swan that floats upturned in a small pool in the hollow. there emerges from this pool a faint sensual mist, that traces its way upwards to caress the chipped feet of the headless martyr's statue, whose only achievement was to die to soon, and who couldn't wait to lose. the cataract of darkness form fully, the long black night begins, yet still, by the lake a young girl waits, unseeing she believes herself unseen, she smiles, faintly at the distant tolling bell, and the still falling rain.

Black Sabbath Album (1970)